El pasado viernes 11 de marzo, el terremoto y el tsunami ocurridos en Japón, cobraron la vida de miles de personas, además de pérdidas incalculables hasta el momento. Estos acontecimientos han paralizado la actividad de once plantas nucleares japonesas y múltiples industrias han tenido que detener totalmente su producción por la falta de electricidad y condiciones para operar.
Es la peor crisis que ha soportado el pueblo japonés desde la Segunda Guerra Mundial, evento a partir del cual aquel país ingresó en un camino de crecimiento económico constante que le permitió, durante más de cuatro décadas, consolidarse como la segunda potencia del planeta y avanzar hasta ser una país líder en lo económico, social y cultural; sin embargo, no todo es malo. En japonés la palabra crisis, significa también oportunidad, y es justo este momento difícil una enorme oportunidad.
Impacto a nivel global
Aún es temprano para traducir la terrible situación nipona a costos económicos, pero existen cifras que aseguran que el impacto directo a la economía totalizará entre 10 y 16 billones de yenes, lo que significa entre 125 mil y 200 mil millones de dólares. La dirección del yen podría tener un gran impacto en las automotrices japonesas como Toyota Motor Co, Nissan Motor y Honda Motor, que fabrican entre 22 y 38 por ciento de sus autos en el país.
Una de las principales preocupaciones a nivel internacional es el suministro de piezas necesarias en la cadena de producción de aparatos electrónicos y automóviles. Debido al cierre de muchas fábricas de automóviles, no va a ser posible realizar los suministros de vehículos y componentes hasta que se normalice la situación.
Crisis u oportunidad
Empresas como Toyota aún mantienen cerradas sus plantas en tierras niponas, y empresas como Mitsubishi o Nissan aplazaron parcialmente su producción, reanudándola recientemente. Éstas y otras empresas tienen plantas en nuestro país, y si bien los efectos sobre la industria automotriz mexicana aún no se pueden cuantificar, serán mayores de seguir el cierre temporal de plantas como Honda, Toyota, Isuzu y Nissan.
Las marcas de autos en aquel país se recuperarán a cuentagotas, mientras tanto sus plantas en México son una ventana de oportunidad para no ver caer los números de forma tan contundente. Un auto se compone de 30 mil partes derivadas del acero, hule, vidrio, entre otros; de modo que si una bujía falta para completar la fabricación del auto, este proceso tendrá que ser parado sin sacar a la venta el producto. Por lo cual la sustitución no se puede aplicar y México no puede de manera automática adoptar la producción para responder a la demanda del mercado de dichas empresas.
“Una crisis bien manejada puede convertirse en oportunidad. Probablemente las empresas niponas de autos no puedan mudar su producción de manera automática a nuestro país; sin embargo, podría ser una posibilidad importante”, aseguró Michael Latuga, director General de TBM Consulting Group. “México tiene años de ser uno de los destinos preferidos de empresas multinacionales para establecer sus plantas de producción, el país cuenta con muchas ventajas para los empresarios”.