Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino tenga vida eterna.
Juan 3:16
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El siguiente texto nos hace reflexionar en cuánto nos ama Dios y lo poco que nos esforzamos por dar algo a los demás.
Algunas veces decimos que la vida no es justa con nosotros porque damos más de lo que recibimos. Caemos en el error de esperar a que se nos proporcionen las cosas, no concebimos aún que Jesucristo lo diera todo a cambio de nada y esta es la muestra del amor más puro que pueda existir.
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Es la tarde de un viernes típico y estás manejando hacia tu casa. Sintonizas la radio: En un pueblo lejano han muerto tres personas de alguna enfermedad nunca antes vista… No le pones mucha atención.
El lunes cuando despiertas, escuchas que ya no son tres, sino 30 mil personas las que han muerto en las colinas remotas de la India.
El martes, es la noticia más importante en la primera plana del periódico, ya no sólo es la India, sino Pakistán, Irán y Afganistán.
Le llaman: ‘La Influencia Misteriosa’ y todos se preguntan ¿Cómo vamos a controlarla?
Entonces una noticia sorprende a todos: Europa cierra sus fronteras; no habrá vuelos a Francia desde la India, ni de ningún otro país y escuchas la traducción de una mujer francesa -hay un hombre en el hospital muriendo de la ‘Influencia Misteriosa’-.
Parece que la enfermedad invade a todo el mundo.
Los científicos trabajan para encontrar el antídoto. Y de repente, viene la noticia esperada: Se ha descifrado el código de ADN del virus, se puede hacer el antídoto. Va a requerirse la sangre de alguien que no haya sido infectado.
Vas de voluntario con tu familia, preguntándote: ¿Qué pasará? ¿Será este el fin del mundo?… De repente el doctor sale gritando un nombre. El más pequeño de tus hijos dice: ¡Papi ese es mi nombre! Antes que puedas reaccionar se están llevando a tu hijo y gritas: ¡Esperen!, uno de ellos contesta: todo está bien, su sangre está limpia, su sangre es pura.
El doctor de mayor edad se te acerca y dice: No sabíamos que el donante sería un niño, necesitamos que firme para darnos permiso de usar su sangre.
La sonrisa del doctor desaparece y contesta: No pensábamos que sería un niño, la necesitamos toda. ¿Firmará?, ¡por favor!… Sin sentir los mismos dedos que sostienen el bolígrafo, firmas. Te preguntan: ¿Quiere ver a su hijo?
¡Papi, Mami!, ¿qué pasa? El doctor regresa y te dice: Lo siento, necesitamos comenzar, gente en todo el mundo está muriendo.
A la siguiente semana, hacen una ceremonia para honrar a tu hijo, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras no vienen y otras viene a la ceremonia, con una sonrisa falsa.
Quisieras pararte y gritar: ¡Mi hijo murió por ustedes! ¿Acaso no les importa?…
Tal vez eso es lo que Dios nos quiere decir: Mi hijo murió por ustedes, ¿todavía no saben cuánto los amo? Es curioso lo simple que es para las personas desechar a Dios y después preguntarse: ¿Por qué el mundo va de mal en peor?