Mi padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino al Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
Venga a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón y encontrarán descanso por su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.
Mateo 11: 28, 29 y 30.
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Por un sinfín de motivos, pero algunas veces podemos llegar a sentirnos hartos de la rutina, el trabajo, la familia, la pareja, ese hartazgo nos orilla a menos preciar la dicha de estar vivos y contemplar la vida misma, hasta que una sacudida nos hace reflexionar y dar gracias a Dios por cada mañana.
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Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la comida para cenar, la cual no me gustó.
Voy a entrar al baño y mi hija de apenas año y medio no me deja porque quiere jugar conmigo, no entiende que estoy cansado y quiero entrar al baño.
Después, tomo mi revista para leerla en mi sillón y mi hija nuevamente quiere jugar y que la arrulle entre mis brazos, yo quiero leer mi revista; y sale mi esposa con su: “¿Qué tal me ves? “Me arregle para ti”; le digo que bien sin despegar mis ojos de la revista; para variar.
Suficientes problemas tengo en el trabajo para escuchar los de mi casa.
Mi padre también me molesta y entre clientes, esposa, hija y padre, me vuelven loco, quiero paz. Lo único bueno es el sueño, al cerrar mis ojos, siento un gran alivio de olvidarme de todo.
-Hola, vengo por ti.
-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
-Me manda Dios por ti, dice que escuchó tus quejas y tienes razón, es hora de descansar.
Eso no es posible, para eso tendría que estar…
-Así es, si lo estás; ya no te preocuparas por ver a la misma gente, ni por caminar, ni de aguantar a tu esposa con sus guisos, ni a tu pequeña hija que te moleste; es más, jamás escucharas los consejos de tu padre.
-¿Y qué va a pasar con todo? ¿Con mi trabajo?
No te preocupes; en tu empresa ya contrataron a otra persona para ocupar tu puesto y por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo.
-¿Y mi esposa y mi hijita?
A tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira por sus cualidades que tú nunca observaste en ella, además, se preocupa por tu hija y la quiere como si fuera de él y por muy cansado que siempre llegue del trabajo, le dedica tiempo para jugar; son muy felices.
-No, no puedo estar muerto.
Lo siento, la decisión ya fue tomada.
Eso significa que jamás volveré a besar a mi hijita; ni a decirle te amo a mi esposa; ya no veré a mis amigos para decirles lo mucho que los aprecio.
-¡No, no quiero morir; quiero vivir, envejecer junto a mi esposa, no quiero morir todavía!
-No, no quiero, no quiero. ¡Por favor, Dios!
¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una pesadilla? – dijo mi esposa despertándome. No, no fue una pesadilla, fue otra oportunidad para disfrutar de ti, de mi bebé, de mi familia, de todo lo que Dios creo.
Cortesía de Maru de Cristo Jesús.