Todo empresario, incluidos los dueños de talleres mecánicos, se ha enfrentado en alguna ocasión a problemas en los que no ha visto solución aparente. Si la situación es apremiante, el tiempo se convierte en un enemigo adicional y decisiones apresuradas suelen agrandar el problema en lugar de disminuirlo.
¿Qué hacer en estos casos? Recurrir a lo que hacíamos cuando eramos niños: Preguntarle a quien si sabe.
Cuando eramos pequeños, solíamos confiar en nuestros padres porque considerábamos que sabían más que nosotros. Con la edad, solemos confiar más en nosotros mismos, y con el éxito económico, y que cuando mucho, nos equivocamos de vez en cuando.
Aunque muchos empresarios tienen una gran capacidad, es imposible que sepan de todos los temas y por ello deben ser lo suficientemente humildes para pedir apoyo cuando no encuentren soluciones.
El luchador solitario
Me ha tocado ver a dueños de talleres que se empeñan en resolver por si mismos todos sus problemas, lo cual puede ser bueno si lo que queremos medir es la confianza y el esfuerzo. Pero en muchos casos, puede resultar riesgoso enfrentar una situación de impuestos o demandas legales sin tener los conocimientos adecuados.
En problemas específicos, es conveniente contar con un experto que asesore a tiempo para evitar que un problema crezca. Empresas han desaparecido porque envían a la secretaría a tratar de resolver un problema que le compete exclusivamente a un abogado o pero aun, menosprecian la situación pensando que ignorándola va a desaparecer.
Por ejemplo, hace algunos años se estuvieron presentando a los talleres mecánicos personas amparadas por credenciales de sindicatos, para exigir ver copia del contrato colectivo de trabajo. Como la mayoría de los talleres carecen de ese documento, el supuesto “inspector” exigía una multa, la cual amablemente cambiaba por una compensación para evitar cerrar la empresa.
El dueño de un taller que asesoraba en ese entonces me llamó cuando uno de estos “inspectores” se presentó en su taller. Telefónicamente, le dí instrucciones de solicitarle una identificación y el documento legal que le amparaba para hacer ese tipo de inspecciones, y en su caso, fotocopiarlas. La credencial la mostró, pero no un documento.
Con la credencial en la mano, el mecánico que me estaba llamando me leyó lo que decía esa identificación. La credencial tenia un apantallador logotipo de la CTM (Confederación de Trabajadores Mexicanos) y acreditaba a su poseedor como miembro del sindicato de garroteros y galopinas del Estado de México. Nada que ver con un taller mecánico del Distrito Federal.
Con lo anterior, le pedí a mi cliente que llevará al “inspector” frente al teléfono y que en voz alta, le dijera a este sujeto que estaba hablando con un abogado, haciendo alusión a la llamada telefónica, y que necesitábamos que permaneciera en el lugar para entablar una demanda. Resultado: Huyo despavorido del taller.
Quiero aclarar que no soy abogado, soy ingeniero, pero el truco era tan obvio para mí que pude desaparecer el peligro de una multa y una inspección con una simple llamada. Pero también me mueve a la reflexión todas las experiencias que me han contado otros amigos mecánicos que dieron dinero espantados con una credencial falsa y que pudieron haber evitado todo esto si hubiesen en ese mismo momento recurrido a un abogado para solicitar una asesoría.
Esa es la importancia de contar con un equipo de personas en quien confiar y que sean expertos en diferentes áreas, como computación, leyes, impuestos, selección de personal o manejo de empresas.
Busque por favor entre sus amigos quien lo pueda apoyar en estas áreas. No es síntoma de debilidad, por el contrario, es indicio de fortaleza.