Buenas intenciones

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Serán 210 millones de dólares los que invertirá DaimlerChrysler de México en su planta de Saltillo, Coahuila, con el fin de mejorar su producción, tanto para mercado interno como el de exportación y de esta manera competir en los conceptos de calidad y eficiencia ante las armadoras japonesas como Toyota y Nissan.

La estrategia incluye también el aumentar de 160 a 360 los robots, con la meta de construir más modelos, una cantidad de 80 mil unidades por año, lo que significa un 50 por ciento de aumento para el ensamble de autos, además de que esto le permitirá a la factoría correr pruebas piloto de otros vehículos.

Esta inversión se une a la de Ford, los planes de expansión de General Motors (GM), y a la de otras armadoras, que miran en el mercado mexicano una oportunidad de crecimiento en sus niveles de venta y sobre todo de producción, que en conjunto esperan a que esta industria llegue en el 2010 a los 4 millones de unidades.

Pero mientras pensamos en llegar a esta cifra en los próximos seis años, en China la empresa Shanghai Automotive Industry Corp. (SAIC), pretende convertirse en una de las seis armadoras más importantes del planeta, detrás de GM, VW, Toyota y la misma DaimlerChrysler.

Esta empresa es socio de VW y de GM en Shanghai. Con la primera, durante el 2003, su producción llegó hasta 400 mil unidades, y con la segunda, sus trabajadores alcanzan los 240 mil autos por año; SAIC, es dueño de la mitad de las utilidades y operaciones en ambas plantas.

Esta información no es más que la muestra de que a pesar de que nuestro mercado cuenta con más de 30 marcas, la producción aún no llega a los 2 millones, y por otro lado, no existe una empresa totalmente mexicana que efectúe lo que la firma automotriz china realiza.

Es bueno para el país el flujo de inversiones que generan las armadoras, pues la creación de empleos y entrada de divisas son necesarias para el sostenimiento de los mismos, pero, sería mejor, si al menos existiera una compañía completamente nacional.

Es difícil llegar a tal instancia, sobre todo porque no se vislumbra en el largo plazo una política gubernamental que impulse un proyecto al respecto. Mientras tanto, primero debemos resolver nuestros problemas internos tanto económicos como políticos y, después, cumplir con el Plan Nacional de Desarrollo y de Competitividad para la industria automotriz, que hasta el momento sólo se ha quedado en buenas intenciones.

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