Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará. Salmo 1:1-2 y 3
Agradecemos este material enviado por Alma Chema Guzmán, desde Veracruz, que nos remite a la reflexión de Ivette Mahfoud ¿cómo crecemos? Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe. Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla. Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo. Uno crece asimilando lo que deja detrás, construyendo lo que tiene por delante y proyectando lo que puede ser el porvenir. Uno crece cuando supera, se valora, y sabe dar frutos.
Uno crece cuando abre camino dejando huellas, asimila, experiencias… y ¡siembra raíces!
Tiempo atrás, yo era vecino de un médico, cuyo pasatiempo era plantar árboles en la enorme quinta de su casa. Algunas veces observaba desde mi ventana el esfuerzo para sembrar más y más árboles todos los días.
Entretanto, lo que más me llamaba la atención era el hecho de que él jamás regaba los nuevos que cultivaba.
Cierto día, decidí acercarme al médico y le pregunté si el no tenía recelo de que los árboles no crecieran, pues percibía que él nunca los regaba.
Fue entonces cuando, con un aire orgulloso, me describió su fantástica teoría.
Me dijo que si regase sus plantas, las raíces se acomodarían a la superficie y quedarían siempre esperando por el agua más fácil venida de encima. Como él no las regaba, los árboles demorarían más en crecer, porque sus raíces tenderían a migrar para el fondo, en búsqueda del agua y de las variadas fuentes nutrientes encontradas en las capas más inferiores del suelo.
Esa fue la charla que tuve con aquel vecino mío.
Después, me fui a vivir a otro país y nunca más lo volví a ver…
Varios años más tarde, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia.
Al aproximarme, noté un bosque que antes no había.