¡Cómo me gustaría que Dios interviniera y abriera sus labios contra ti para mostrarte los secretos de la sabiduría, pues ésta es muy compleja! Sabrías entonces que buena parte de tu pecado Dios no lo ha tomado en cuenta.
Así sucederá el día en que, por medio de Jesucristo, Dios juzgará los secretos de toda persona, como declara mi evangelio.
Job 11: 6, Romanos 2:16
Ignacio Larrañaga en su libro “Del sufrimiento a la paz”, nos da un sabio consejo:
La única manera de amar realmente al prójimo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y amándonos serenamente. No debe olvidarse que el ideal bíblico se sintetiza en: ‘amar al prójimo como a sí mismo’.
La felicidad es un proceso, un modo de vida, un hábito que se aprende como cualquier otro. Así pues, no puedes dejar que otras personas determinen si vas a ser feliz o no, pues la felicidad debe provenir de ti misma, no de quienes te rodean.
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Un día, una amiga le preguntó a otra conocida:
¿Cómo es que tú siempre estas tan feliz?
Siempre tienes tanta energía y nunca pareces estar deprimida o triste.
Con sus ojos sonrientes, ella le dijo:!Yo sé el secreto!
– ¿Qué secreto es ése?
– A lo que ella respondió: Yo te contaré todo, pero debes prometerme que lo compartirás con otros.
El secreto es este: He aprendido que es muy poco lo que debo hacer en mi vida para ser realmente feliz.
Yo debo depender de Dios para hacerme feliz y conocer mis carencias. Cuando una necesidad llega a mi vida yo debo de confiar en Dios que él proveerá según sus grandezas.
La mayor parte del tiempo he aprendido que no necesito la mitad de lo que yo creo. Él nunca me ha decepcionado.
Desde que aprendí ese “secreto”, soy feliz.
Ella al preguntar, lo primero que pensó fue: ¡Eso es muy fácil! Pero una vez reflexionando sobre su propia vida recordó cuando creía que una casa más grande la haría feliz, pero no fue así.
Ella pensó que un trabajo mejor pagado la haría feliz, pero no ha sido así. Cuando se dio cuenta de su mayor felicidad, sentada en el suelo con sus nietos,
jugando, comiendo pizza o leyendo una historia, se dio cuenta que es un simple regalo de Dios.
!Ahora tú lo sabes también!
No podemos depender en las personas para hacernos feliz.
Sólo Dios en su infinita sabiduría puede hacer eso, confía en Él. Ahora yo te pasé el secreto a ti.
Una vez que lo obtienes, ¿qué vas a hacer?
Tú debes decirle el secreto a alguien: Que Dios en su sabiduría cuidará de ti. Pero no es en realidad un secreto, nosotros sólo tenemos que creerlo y hacerlo. ¡Realmente confía en Dios!.
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Gracias por el día de hoy
Querido Dios, gracias por el día de hoy porque reconozco que todo viene de ti. Te pido que me permitas diferenciar lo que realmente tiene valor. Ayúdame a ver que tengo todo y que puedo ser feliz hasta con lo más sencillo porque principalmente te tengo a ti en mi corazón. Bendice a mi familia e ilumina mi camino en nombre de tu hijo Jesús, Amén.