La amenaza de imposición de aranceles a los vehículos importados en Estados Unidos ha generado un escenario complejo y cambiante, esta situación ha hecho “mella” en los fabricantes y armadoras, aunque todavía no hay una crisis de consumo, sin embargo, las señales de una posible afectación mayor en el mediano y largo plazo comienzan a aparecer.
Aunque en un primer momento no se reflejó un impacto evidente en la dinámica de consumo de vehículos en Estados Unidos, datos del primer semestre muestran que el comportamiento del mercado ha seguido patrones similares a los de años anteriores, con una estacionalidad marcada. El promedio de ventas se ha mantenido relativamente estable, gracias en parte a una estrategia de inventarios.
Antes de la aplicación de los aranceles, muchos fabricantes y distribuidores incrementaron sus inventarios, superando los niveles estándar de días de disponibilidad. Esta estrategia, aunque arriesgada, permitió amortiguar el golpe arancelario y mantener estables los precios para el consumidor durante abril y mayo. En otras palabras, el costo adicional derivado de los aranceles fue absorbido por la cadena de valor, incluyendo proveedores, fabricantes y distribuidores.
No obstante, esta absorción del impacto no es sostenible a largo plazo. Hacia junio, los inventarios ya redujeron y comenzaron a normalizarse en niveles promedio, lo que obligará a reabastecer con vehículos sujetos al arancel. De forma paralela, los reportes financieros del segundo trimestre muestran un descenso en ingresos y rentabilidad entre los principales fabricantes, quienes señalan los aranceles como uno de los factores clave de esta caída. Por tanto, el traslado de estos costos al precio final de los vehículos parece inevitable.
En un detallado análisis hecho por la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA) se reveló que la política monetaria restrictiva de la Reserva Federal ha limitado el consumo en bienes duraderos como los automóviles. Si bien el Producto Interno Bruto creció un 2% en el segundo trimestre respecto al mismo periodo de 2024, la tendencia apunta a una desaceleración que podría impactar aún más la demanda.
Frente a este panorama, la industria enfrenta una competencia feroz, con incentivos agresivos para colocar unidades, lo que impacta directamente la rentabilidad. Esto hace cada vez más difícil seguir absorbiendo el incremento de precios derivado de los aranceles.
En este contexto, la nueva pausa de 90 días anunciada por el gobierno estadounidense para evaluar un posible incremento arancelario a vehículos mexicanos que no cumplen con las reglas de origen del Tratado México, Estados Unidos y Canadá añade más “leña al fuego”, pues persiste la incertidumbre tanto en la industria automotriz como en la economía mexicana en general.
Al cierre del primer semestre, la participación de vehículos importados en el mercado estadounidense no ha disminuido; al contrario, ha crecido casi un punto porcentual. Más aún, los vehículos fabricados en México han incrementado su presencia en Estados Unidos, lo que evidencia la competitividad del sector mexicano a pesar del nuevo entorno comercial. Sin embargo, de no concretarse una renegociación exitosa del TMEC, será difícil atraer nuevas inversiones, no solo en automotriz, sino en otras industrias clave.
Uno de los temas centrales en la próxima renegociación del TMEC será la regla de origen para vehículos. Estados Unidos busca modificar la forma de contabilizar el valor regional de los componentes, una interpretación que ya fue rechazada por un panel en el que México y Canadá salieron victoriosos. Aun así, se espera que Estados Unidos insista en esta visión en la mesa de negociación de 2026.
Los próximos meses serán decisivos para definir el rumbo de la industria automotriz en América del Norte.