En cada ciudad, localidad o comunidad rural, la motocicleta se ha convertido en mucho más que un medio de transporte: es un punto de encuentro social. Por ejemplo, se estima que un motociclista puede ahorrar hasta 25 días laborales al año en desplazamientos, un tiempo que puede dedicarse a la familia o al descanso.
En muchas zonas del país, la moto acerca a las personas a centros de salud, escuelas o espacios culturales donde el transporte público es limitado. Gracias a ella, los traslados son más rápidos y eficientes, lo que permite aprovechar mejor el tiempo.
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México hay alrededor de ocho millones de motocicletas registradas hasta 2024. Asimismo, el territorio nacional es uno de los mercados con mayor potencial de crecimiento para este vehículo.
Impacto rural
Por otro lado, las comunidades rurales ya experimentaron los beneficios tangibles de este medio de transporte. Padres y madres pueden llevar a sus hijos a la escuela sin perder horas de trabajo, mientras que los jóvenes amplían su acceso a la educación y al empleo. La motocicleta se convierte así en una herramienta que impulsa la movilidad y el desarrollo local.
Las urbes
En las grandes ciudades, donde el tráfico es uno de los mayores desafíos, las motos aportan agilidad y eficiencia. Ocupan menos espacio, facilitan el flujo vehicular y reducen la presión sobre los sistemas de transporte público. De esta manera, no solo benefician a quienes las conducen, sino también al resto de los ciudadanos.
Además, la motocicleta representa una fuente de ingresos para miles de personas. Es un medio esencial para repartidores, mensajeros y trabajadores independientes que encuentran en ella una oportunidad para mejorar su economía familiar.
Finalmente, más allá de su función práctica, la motocicleta también une a las personas. Las rodadas, clubes y encuentros refuerzan el sentido de comunidad y la pasión compartida por la libertad y la conducción responsable.
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