Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensar.
Lo que aprendiste y recibiste en Mí, esto hacer; y el Dios de paz estará con ustedes.
Filipenses 4: 8 y 9.
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Hay un momento en la vida donde hacemos una pausa y recordamos a todas aquellas personas que encontramos a lo largo de nuestro camino, las que están y las que ya se fueron. Y así, nos damos cuenta que nos dieron algo de su esencia, lo que ha contribuido a que seamos mejores personas. Ésta fue la misión de Jesús, enseñarnos a ser mejores humanos; Él, dejó una gran huella entre nosotros y ahora sin darnos cuenta, dejamos también a los demás un poco de lo que somos.
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Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno de ellos había dejado.
Llamó a cada uno de los estudiantes al frente de la clase, uno por uno. Primero, le contó a cada uno cómo habían hecho huella en la vida de ella, y en la de la clase.
Luego presentó a cada uno, con una cinta azul, impresa con letras doradas, en la cual se leía: “Quien soy deja huella.”
Al final, la maestra decidió hacer un proyecto de clase para ver el impacto que el reconocimiento tendría en una comunidad. Dio a cada uno, tres cintas azules más, y les pidió que fueran y extendieran esta ceremonia de reconocimiento. Luego deberían seguir los resultados, ver quién premió a quién, e informar a la clase al cabo de una semana.
Uno de los alumnos, fue a ver a un joven ejecutivo de una industria cercana, y lo premió por ayudarle con la planificación de su carrera. Le dio una cinta azul, y la adhirió a su camisa.
Luego le dio las dos cintas extras y le dijo: “Estamos haciendo un proyecto en clase de `reconocimiento´, y nos gustaría que usted encontrara a alguien a quién premiar, y le dé una cinta azul”.
Más tarde ese mismo día, el joven ejecutivo fue a ver a su jefe, quien tenía reputación de ser una persona amargada, y le dijo que él lo admiraba profundamente por ser un genio creativo. El jefe pareció estar muy sorprendido. El joven ejecutivo le preguntó si el aceptaría el regalo de la cinta azul, y darle permiso de ponerla en la camisa.
El jefe dijo: “Bueno ¡Claro!” y el joven ejecutivo tomó una de las cintas azules y la puso en la chaqueta del jefe, sobre su corazón. Y le preguntó, ofreciéndole la última cinta: “¿Podría tomar está cinta extra, y pasarla premiando a alguien más?”.
Esa noche, el jefe llegó a casa y se sentó con su hijo de
14 años, y le dijo: “Hoy me pasó algo increíble”, estaba en mi oficina, y uno de mis empleados vino y me dijo que me admiraba, y me dio una cinta azul por ser un genio creativo.
¡Imagínate! ¡El piensa que soy un genio creativo! Luego me puso una cinta azul que dice: “Quien soy deja huella”.
Me dio una cinta extra y me pidió que encontrara a alguien más a quién premiar. Cuando estaba conduciendo a casa esta noche, pensé a quién pudiera premiar con esta cinta, y pensé en ti. Quiero premiarte a ti.
Mis días son muy agitados y cuando vengo a casa, no te pongo mucha atención. Te grito por no tener buenas notas y por el desorden en tu habitación. De alguna forma, esta noche, solo quería sentarme aquí y hacerte saber que me importas.
Tú y tu madre son las personas más importantes en mi vida.
¡Eres un gran muchacho, y te quiero mucho!
El muchacho sorprendido empezó a sollozar y a llorar, no pudo parar. Todo su cuerpo temblaba.
Miró a su padre y entre lágrimas dijo, “Papá, hace un rato me senté en mi habitación y escribí una carta para ti y mamá, explicando por qué me había quitado mi vida y les pedía que me perdonaran”.
Me iba a suicidar esta noche después que se durmieran. Yo pensé que a ustedes no les importaba… La carta está arriba. No creo que la vaya a necesitar después de todo esto.
Su padre subió al segundo piso y encontró la carta, sincera y llena de angustia y dolor.
El jefe regresó al trabajo totalmente cambiado. Ya no estaba amargado, pero se aseguró de hacer saber a todos sus empleados que ellos hacen diferencia.
El joven ejecutivo ayudó a mucho otros jóvenes con la planificación de sus carreras, uno de ellos era el hijo del jefe, y nunca se olvidó de recordarles que ellos dejaban huella en su vida. Por añadidura, el joven y sus compañeros de clase aprendieron una lección muy valiosa:
“Quien eres, deja huella”.