ESPECIAL 37 AÑOS. Rectificación. Un trabajo artesanal

De los motores de hierro fundido a la electromovilidad

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En estos 37 años, Alianza Automotriz ha sido testigo del avance en la reparación automotriz y la rectificación no fue la excepción, pasó de ser un trabajo artesanal a una labor especializada que requiere mucha pasión y certeza milimétrica.

Aunque la historia de la rectificación en el país tiene muchos más años, Claudio Alfonso Pego Alvarado tiene desde 1955 en esta labor, en este tiempo vio pasar infinidad de vehículos y motores en sus manos desde grandes autos de los años 30 con sus motores de hierro fundido de seis u ocho cilindros.

Como muchas personas que llegan a la capital, Claudio Alfonso dejó atrás a su natal Tampico para buscar una mejor oportunidad luego de que un huracán azotara el puerto, así, a sus quince años, comenzó su carrera en la capital.

Su “primer amor” fue la mecánica y el cuidado de los motores, pues desde pequeño en el puerto veía como desarmaban y limpiaban los motores de las lanchas.

Esa pasión lo llevó a un taller de reparación de motores de avión. “Fui mecánico aeronáutico, de los motores de avión de antes, radiales de nueve o 18 cilindros, reparé hélices también. Con muchos sacrificios puse mi taller de rectificación en 1972”, rememoró.

“Los carros que están en circulación actualmente tienen el mismo principio en la composición del motor, solo que con diversos componentes, con otras especificaciones para rectificar, pero requieren los mismos cuidados”, comentó.

Los primeros motores automotrices que reparó fueron de fierro colado, “no existía toda la maquinaria de ahora, esos motores eran muy buenos no se deformaban como los de ahora”, señaló.

“En aquél entonces en la ciudad había unos 10 talleres de rectificación y después empezaron a ‘nacer’ los nuevos rectificadores, aprendices que empezaron a poner sus talleres”, aclaró.

Al igual que los rectificadores, los talleres comenzaron a crecer y adquirir maquinaria especializada, principalmente de Italia, Dinamarca, Japón y Estados Unidos, entre otros lugares.

En los sesenta la tecnología de los autos comenzó a cambiar, “empezaron los motores combinados de fierro colado y cabezas de aluminio, luego nacieron los motores de aluminio, que requieren mucho más cuidado, todavía circulan vehículos con cabezas combinadas”.

Al igual que los autos, la profesión del rectificador se modernizó, desde los primeros rectificadores que aprendieron a prueba y error, armando y desarmado los motores, pues no había escuelas. “En el 2015 comenzó un curso de rectificación en el Conalep con muy buena maquinaria, pero los muchachos no ponían atención y los que fuimos a dar clases –sin cobrar- queríamos que pusieran atención, pero no lo hicieron y no prospero”, comentó.

Y agrega: “Para ser rectificador te tiene que gustar y tener pasión por tu trabajo, aprender de milésimas”.

Esa misma pasión la heredó a sus hijos, pues desde pequeños los llevaba la taller y les gustó tanto que igual que él, combinaron la mecánica con la rectificación “se volvieron mejor que yo”, dijo entre risas.

“Ellos aprendieron más cosas”, por ejemplo, su hijo Rubén hace motores para autos de carreras, mientras que su nieta es ingeniera y ya trabaja en la rectificadora.

“Me da mucho gusto haber enseñado a mis hijos y, ahora, a mis nietos. Ellos van a seguir en esto porque les gusta y tienen amor por el trabajo”, dice con una sonrisa de satisfacción en el rostro, esa que deja una vida de trabajo y orgullo familiar.

A sus 82 años, todavía sigue aprendiendo, toma su vehículo y conduce hasta San Luis Missouri para asistir a cursos de capacitación teóricos y talleres sobre nuevos motores y formas de rectificado, tolerancias. “De México vamos muy pocos, van más de Centroamérica”, comentó con tristeza.

Se toma un momento y afirma que cuando amas tu trabajo y llegan los nuevos motores casi de forma inconsciente buscas los manuales y analizas que maquinaria comprar, pues estos son más pequeños con cilindros y cigüeñales más chicos, incluso ya piensa en los motores eléctricos. “Ya casi alcanzo los motores eléctricos”, bromea, pues sabe que la evolución en este sector no se detiene.

En estos 37 años vio de todo, “estuve cuando nació la ARRA, fui parte de la mesa directiva durante 12 años, enseñé a los rectificadores que venían de provincia”. Por todo ello Claudio Alfonso, igual que Alianza Automotriz, ha sido un valioso testigo de la historia del sector.

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