En su último viaje como capitán, Ernst Prost, ex director general de Liqui Moly, sorteó una de las tormentas más graves de los últimos años, la pandemia por COVID-19, como buen navegante no tuvo miedo, al contrario, tomó el timón y emprendió un viaje que tuvo dificultades, sin embargo, al final llegó a buen puerto.
Su travesía no fue fácil, enfrentó el confinamiento y con ello la reducción de los viajes, pero su amplia experiencia -31 años como líder- fueron determinantes para sacar adelante el barco.
“Cuando estás en alta mar en medio de una tormenta, el capitán debe estar seguro, ser visible y tomar al mando. Imagínense que en tal situación el capitán se escondiera en su camarote y esperara que una tripulación ansiosa dirigiera el barco a través de la tormenta”, comparó la situación.
Pues en medio de la crisis por la pandemia, su experiencia le dijo que no era momento de recortar gastos, sino todo contrario, por lo que mejoró su producción y contrató a más personal, este enfoque “anticíclico” fue muy exitoso, pues mientras sus competidores redujeron sus operaciones comerciales, ellos ganaron nuevos negocios.
Fue complicado, retador, “las implicaciones para las cadenas de suministro globales fueron y son devastadoras. Sabemos acerca de lo volátil de los precios desde antes y hemos aprendido a lidiar con las fluctuaciones y los aumentos en el precio”, no obstante, esto fue una gran enseñanza para ellos y para la industria.
Una familia
Pero no todo fue negativo, su andar en Liqui Moly le dejó gratas experiencias y un amplio círculo de amigos, “conocí mucha gente inteligente, exitosa y divertida, en muchos casos la relación comercial se convirtió en amistad”, rememoró.
Además de sumar amistades en todo el mundo también formó una gran familia, la familia Liqui Moly. “La empresa ha sido más o menos mi familia. Basta con mirar cuánto tiempo pasamos con los colegas. A veces los conocemos mejor que nuestra propia esposa o esposo”, reflexionó; en 31 años de carrera tuvo muchos colaboradores o mejor dicho co-emprendedores, mismos que anima para que tomen decisiones como si dirigieran su propia empresa.
“Siento que muchos directores generales tienden a mirar demasiado la hoja de Excel y descuidan a las personas que realmente generan la facturación”, afirmó.
Compartir sabiduría
Sus palabras transmiten sabiduría y trata de aconsejar a otros directivos, “dirigir una empresa significa gestionar personas. Gente con fortalezas y debilidades, gente con mucha experiencia, gente con nuevas ideas. Se trata de poner a las personas adecuadas en el puesto correcto y permitirles el espacio para maniobrar libremente”.
Ernst Prost sabe de lo que habla, tras incorporarse a Liqui Moly en 1990 como director de marketing y ventas, comenzó a adquirir acciones hasta convertirse en director ejecutivo y gracias a su visión y estrategias transformó a la compañía de una empresa de aceite y aditivos alemana, en un fabricante global que vende 150 países y genera una facturación anual de 733 millones de euros.
En este camino también aprendió que en ocasiones es necesario tomar decisiones de forma rápida, “no tiene sentido perder mucho tiempo pensando en los riesgos y ventajas más pequeños. Este tiempo se utiliza mucho mejor para ejecutar la decisión. No hacemos estudios académicos. hacemos negocios”, aclaró.
Con 65 años, Ernst Prost tomó la decisión de jubilarse y disfrutar la vida. “Quiero volver a ser dueño de mí mismo. Disfrutar de autonomía y libertad no está permitido a los empresarios. Demasiadas limitaciones, demasiadas personas, empresas, autoridades e instituciones que arrastran y tiran de uno”.
El pasado mes de febrero, Ernst Prost cerró su oficina por última vez y se llevó 31 años de anécdotas, amigos y familia.
Una familia que sigue creciendo, pues los hijos de sus colegas se unen a la empresa “me gusta la idea de que Liqui Moly sea una vivienda multigeneracional”.