Carta de Jesús para ti en esta Navidad

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Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Isaías 9:6

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Estamos ya en la mejor época del año, en el espacio ideal para reflexionar, dar gracias a las personas que nos abrieron las puertas de su corazón; pero sobre todo, es el momento para acercarnos a Jesús, olvidar los rencores, llenarnos de paz, y compartir las bendiciones que Dios nos ha dado en la vida.

Celebrar la Navidad, no es sólo un festejo más del año, es una nueva oportunidad para recordar el nacimiento de Jesús, valorar por qué llegó a esta tierra y practicar lo que nos pide hacer en su nombre.

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Como bien sabes, amigo mío, yo pedía muy pocas cosas en mi vida.

Pedí una posada, antes de nacer, pensando sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojara en su casa, y a otro buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pedí un par de veces agua para beber.

¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer mi entrada triunfal en Jerusalén, y así no dejar mal al profeta Zacarías.

No me interesaban las cosas, me interesaban las personas, sobre todo, la amistad. No me cansaba de pedir amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa, que estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea.

Mi trabajo de hoy va en la misma línea. No voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para mis pobres. Tampoco voy a requerir que dejéis a vuestra familia y vuestros estudios.

Mi petición va dirigida a todos y está al alcance de todos.

Mirad, tengo unas ganas tremendas de seguir “haciendo el bien”, pues veo a tanta gente triste y necesitada.

Me muero de pena al ver que muchos niños no sonríen y mueren prematuramente.

No puedo soportar la imagen del joven que camina a la deriva, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del vacío y de la desesperación.

Me entristece la estampa del viejo, al que nadie quiere y parece estorbar en todas las partes. Cada matrimonio que se rompe es una cuchillada a mi corazón.

No digamos otro tipo de violencias y de guerras. Me indigna el que unos se aprovechen de los otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad.

En fin, no voy a repetir aquí lo que bien sabéis. Lo que sí quiero deciros es que unas veces me dan ganas de llorar y otras de coger el látigo.

Y lo único que pido, es que me prestes tus manos para que con ellas yo pueda seguir curando, bendiciendo y acariciando.

Te pido tu corazón, para que yo pueda seguir amando a mi manera. Si me los prestas, no hace falta que te desprendas de ellos. Es muy sencillo: utilizados tú como si fuesen míos, como si ahora te los prestara yo. Haz tú con ellos lo que estoy deseando hacer yo.

Comparte, aunque te cueste, pero piensa que yo lo haría. Te infundiré mi Espíritu, para actuar yo desde tú mismo. Te enseñaré el modo y la manera, te daré la fuerza y la capacidad. Tú serás mi instrumento. Tú y yo seremos, te lo aseguro, un Dios para el hermano.

Te lo pido por el amor del Padre, por el dolor de los inocentes, por todo lo que más quieras. En espera de tu respuesta positiva, te mando un abrazo.


Jesús

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