El precio de la incompetencia

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Generalmente los talleres incompetentes buscan que alguien más pague por sus errores, pero el cliente ya no está dispuesto a ello.
La incompetencia se define como la falta de las habilidades y conocimientos para realizar una labor. En el ramo del mantenimiento automotriz, con constantes cambios, actualizarse es indispensable para evitar los rezagos, pero sobre todo, eludir la ineficacia.


La incompetencia se define como la falta de las habilidades y conocimientos para realizar una labor. En el ramo del mantenimiento automotriz, con constantes cambios, actualizarse es indispensable para evitar los rezagos, pero sobre todo, eludir la ineficacia.

Utilicemos un caso común: un técnico mecánico incompetente, por desconocer el procedimiento de montaje de una refacción, la rompe al colocarla. Seguramente, lo primero que le pasa por la mente es que debe reemplazarla, de no hacerlo,  el auto no funcionará, pero difícilmente aceptará su responsabilidad y  cargará el costo de otra pieza al cliente.

Debido a que no hay una supervisión directa del cliente, éste puede ser fácilmente engañado y acaba pagando un sobre precio por la falla del mecánico. Pero, si por alguna razón el usuario acude a otro taller en el futuro y lo descubre, el mecánico inepto automáticamente será vetado.

La costumbre de transferir nuestros errores o deficiencias a otros es una mala práctica, ya que  al “quitarnos” la responsabilidad inconscientemente nos desobligamos de buscar soluciones.

Cuando la electrónica comenzó a sustituir otros medios de control en los vehículos, muchos mecánicos reaccionaron negativamente al cambio, encerrándose en una actitud de rechazo. Como se recordará,  cuando los encendidos electrónicos comenzaron a llegar a México, una cantidad considerable de mecánicos sugerían a sus clientes que reemplazaran sus módulos electrónicos por uno convencional de platino y condensador.

Esto, fue una salida fácil que funcionó en un principio, pero cuando el encendido electrónico desplazó definitivamente al convencional, los mecánicos tuvieron que aprender de todas formas, aunque con varios años de retraso.

Señales de incompetencia
Hay avisos de que un taller no es competente, por ejemplo, cuando: adivinan fallas intercambiando componentes, al dañar partes por mal manejo, la presencia de continuos accidentes, el regreso continuo por reclamaciones, disminución significativa de clientes, y el aumento de la permanencia del auto en el taller.

En fin, cada uno de nosotros sabemos cuando no tenemos el nivel para realizar lo que decimos ser capaces.

Enfrentando la incompetencia

Como cualquier problema, no se puede enfrentar la ineficiencia a menos que se acepte que se padece. Una gran mayoría de talleres no se superan porque lejos de reconocer sus deficiencias se esconden en los pretextos volviéndose dependientes de quienes saben más. La incompetencia cuesta porque:

  • Se pierde demasiado tiempo en los diagnósticos.
  • Adquisición de partes o refacciones que no resuelven las fallas.
  • Daño a partes, componentes o el mismo vehículo.
  • Se debe recurrir a expertos para asesoría.
  • Pérdida de poder de negociación con el cliente cuando no dominamos nuestro trabajo

Y como se mencionó,  todos estos costos por lo general se le trasladan al cliente. Si el experto cobra 600 pesos por un diagnóstico y si se  daña una refacción,  el usuario termina viendo ese aumento en el precio final.

Sin embargo, no porque el cliente pague signifique que la incompetencia no nos cuesta, en un mundo tan competido, con escasez de dinero, el cliente tiene muchas opciones y busca proteger su economía, por lo tanto, si sospecha o verifica nuestra incapacidad,  examinará mejores opciones y nos cambiará.

Por otra parte, si aceptamos nuestros errores y deficiencias, las podremos superar y aunque parezca al principio que perdemos dinero, ganamos en efectividad y permaneceremos en el mercado.

Reconocer errores puede hacernos parecer incompetentes, pero bien enfocado es bueno porque reafirmamos que somos perfectibles y podemos mejorar. Lo malo es cuando nos acostumbramos a ser incompetentes y encima queremos que los demás paguen por ello.

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